Libertad de conciencia, libertad de expresión, libertad política, pilares democráticos.
El criminal atentado contra Salman Rushdie pone de manifiesto, una vez más, la violencia que ejerce el islamismo cuando quiere imponer su dogma y no reconoce la libertad de conciencia ni la libertad de expresión.
Los extremistas religiosos siempre han querido imponer la sumisión de todos, creyentes y no creyentes, a cualquier precio. Hoy en día, es el Islam político el que, para asegurar su dominio sobre las conciencias y el reclutamiento de mentes fanáticas, busca sembrar el miedo mediante la intimidación, las amenazas, el encarcelamiento, la tortura y el asesinato de mujeres y hombres que se niegan a someterse. Un islamismo del que nunca debemos olvidar que sus primeras y más numerosas víctimas son personas de fe u origen musulmán.
Así lo ilustra la sentencia de muerte dictada en 1989 contra Salman Rushdie por el ayatolá Jomeini, el «Guía Supremo» de la República Islámica Iraní y máximo responsable de este intento de asesinato, cuya cobardía sólo es igualada por su abyección.
Una condena a muerte por criticar una religión, una idea —en este caso el Islam— y cuya sentencia acaba de ser ejecutada 33 años después por un fanático nacido 10 años después de su formulación.
Ningún poder religioso oscurantista ha hecho la más mínima concesión. Por su esencia totalitaria y sus certezas dogmáticas no puede admitir la libertad de conciencia y sus corolarios: la duda crítica, la libertad de elección —ya sea espiritual, filosófica, sexual o política—, la libertad de ciudadanía, la libertad política.
La libertad de conciencia da a las personas el derecho a creer o no creer, a practicar una determinada religión, a cambiar o no tener ninguna, a ser creyente, ateo, agnóstico o indiferente a la religión.
La libertad de expresión incluye la duda crítica y el derecho a la irreverencia hacia los poderes, ya sean políticos, religiosos o de otro tipo.
Las opciones espirituales y filosóficas individuales son íntimas y entran dentro de la igualdad de derechos.
En una democracia, el único límite al debate de ideas es su propia desviación cuando se convierte en expresión de rechazo al otro, de odio a la diferencia, de racismo, antisemitismo y xenofobia.
Especialmente apegado a los fundamentos democráticos de la República, el Gran Oriente de Francia reafirma el derecho esencial a la libertad de conciencia y a la libertad de expresión, pilares de la verdadera ciudadanía, de la emancipación y de la autonomía de cada persona.
El Gran Oriente de Francia siempre estará al lado de quienes luchan por la libertad, de los que Salman Rushdie es hoy, en estas tristes circunstancias, un símbolo ejemplar.
París, 16 de agosto de 2022